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Nihon Criollo

Pensando Japón y Argentina

Foto del escritorValeria Rissotto

Más que una colección, una conexión

Actualizado: 30 abr 2019

En esta segunda nota de Interculturalidad Íntima Emilio nos invita a su casa, un espacio en el que las colecciones de figuras, los videojuegos y hasta las mascotas reflejan el lugar de Japón en la historia de su vida.


Emilio (38), músico de vocación, convive con sus dos perros, Kiba y Tsuki, en un departamento en Villa Ballester. Hoy nos invitó a comer y mientras hace Kare Raitsu (arroz con curry) deja que, al igual que lo hacen todos los que llegan a su casa por primera o segunda vez, le preguntemos por cada uno de los objetos en exposición. Exposición es, de hecho, la palabra precisa ya que la función primordial de gran parte de estos artículos es deleitar visualmente tanto a Emilio como a los visitantes en un decorado que lo que exhibe es la identidad del dueño de casa.



La biblioteca condensa varios objetos significativos en la vida de Emilio


-¿Cómo empezó tu interés por la cultura japonesa?


E- Mi interés por la cultura japonesa creo que vino por el manga y el anime cuando tenía alrededor de 13 o 14 años. Por los primeros animes que llegaron a través de Magic y de BigChannel. Con los canales de cable tuvimos el primer acceso a lo que era todo este fantástico mundo. Después seguí con los mangas que empezaron a llegar. Luego comencé a estudiar artes marciales japonesas y empecé a meterme más en la cultura oriental. Mi sensei era budista por lo que practicamos budismo japonés y siempre contaba anécdotas y leyendas. Así fue como de a poco me vi empapado de una cultura que me parecía increíble y … uno quiere saber más.


-¿Seguís leyendo manga y viendo anime?


E- Por supuesto, aunque me quedé un poco en lo clásico. Pero los que sí veo/leo se siguen desarrollando actualmente. Saint Seiya (Caballeros del Zodiaco) es el monumento, o se podría decir que fue el principio de todo, y aún hoy se siguen desarrollando micro sagas y otras series. Pero creo que más allá de leer manga y anime, que siempre me va a gustar, mi fascinación dio un salto. Me empecé a copar más con la cultura que con el anime y el manga que terminó siendo un nicho que me quedó chico.


-¿Y este salto se dio a través de tu sensei?


E- Este salto fue a través de mi sensei, de amistades, de mis perros que son también perros japoneses, no se… de repente me vi inmerso.


-Contame un poco del arte marcial que practicabas


E- Hice Ninjutsu Bujinkan que es un arte marcial donde hay varias escuelas. Cada escuela desarrolla un tipo de técnica en particular. Por ejemplo, hay escuelas de budokai jutsu que se especializan en golpes con las manos, algunas con algún tipo particular de arma, escuelas de técnicas de pelea en el piso porque en el Japón feudal cuando se sentaban a discutir un tratado si surgía una pelea tenían que partir de estar en cuclillas. Cada escuela tiene su origen y su historia. En Ninjutsu, el Soke, el gran maestro que está en Japón, propone “este es el año de tal escuela”, entonces esas técnicas se ven en todas las escuelas. Practique seis años Ninjutsu pero después tuve una pequeña luxación en el pie y deje.


El quinto dan (el último nivel) se tiene que dar si o si en Japón. Antiguamente el examen consistía en ponerte en cuclillas de espalda al maestro, el Soke, en una posición que se llama seiza. El maestro de la antigüedad usaba una katana real. Vos tenias que nublar tu mente, cuando el maestro bajaba el golpe con la katana lo tenias que intuir y hacer el rodamiento. Porque se decía que hay un sexto sentido en el ser humano que es la intuición y vos tenías que demostrar que lograste desarrollarla. Te bajaban el katanazo en la cabeza y si no hacías el rodamiento obviamente morías y no pasabas el examen je. Ahora es con katana de madera, con boken. Esas leyendas, esas cosas pseudo-mágicas a mi siempre me volaron la cabeza, le ponían un plus a lo que estaba aprendiendo. Cuando empezábamos las clases nuestro sensei nos contaba una leyenda japonesa o budista, algo de mitología, incluso algo de shintoismo.


-¿Alguna historia que te haya marcado o de la que todavía te acuerdes?


E- Me acuerdo que una vez habló sobre los kitsune que son una especie de zorros espirituales que pueden tomar forma humana y suelen tener muy buenos sentimientos. Una familia alimenta a este zorro en inverno por lo que el kitsune se quedo muy agradecido. Esa familia había perdido a su hijo, entonces el zorrito se convirtió en un nene y fue adoptado por ellos. Se trata de esta cuestión de agradecimiento ¿no? El zorrito vivió toda su vida como hijo de la familia para suplir la pérdida que habían tenido. Eran fábulas así, muy sentimentales.


-¿La katana es la que usabas en Ninjutsu?


E- Esa katana no fue la primera que tuve. Tuve una katana cuando hacía Ninjutsu que tenía un tipo de decoración muy particular. Cuando deje de entrenar en un momento tuve que vender cosas y empeñe mi katana. Di hace algunos años con un forjador de katanas de acá que utiliza las técnicas tradicionales japonesas, conseguí los mismos ornamentos y se la pedí a él. Esta es la copia de la anterior.


-Explícame un poco por favor ¿Cuáles son los ornamentos de una katana?


E- El tsuba, entre la hoja y el mango, es el circulo que te protege en un choque de katanas de que te rebanes los dedos. El tsuba tiene una forma o una figura en particular. El de mi primer katana tenía un fénix, justo pude conseguir la misma. Después tenes unos ornamentos en el mango que suelen ser flores de cerezo, en mi caso son hojas de bambú. Había un tipo de técnicas en Ninjutsu en las que el sensei te decía que “como el tronco del bambú uno tenía que ser flexible, ante el golpe uno tiene que absorber la energía de ese golpe”, como en el Aikido, y no dejarse caer. Me gusto esa filosofía por eso elegí hojas de bambú.






Al tiempo que corta las zanahorias con un cortador en forma de flor Emi nos comenta de los siguientes objetos:




E- Los ofuda tienen la inscripción de la deidad del templo al que pertenecen o tienen escrito un mantra de protección. Se ponen en el templito que tengas en tu casa o en algún lugar de la casa y te ayudan a protegerla contra las malas energías, los malos espíritus y demás. Me traje uno de Fushimi Inari Taisha (famoso templo en Kioto) y de un templo que está en Miyajima, una isla en frente de Hiroshima, porque me encanto el lugar.







E- Las luminarias las hizo un artesano japonés que por encargo suele hacer cerramientos, luminarias, etc. Hace unos trabajos de madera increíble. Llegue a él por Mercado Libre, buscando lámparas japonesas. Cuando lo contacte estaba en Japón dando unos exámenes de carpintería.


-Antes dijiste que hasta tus perros están relacionadas con tu interés en la cultura japonesa ¿Cómo te decidiste a adoptar a Kiba (el perro mayor)?


E- Siempre había querido tener un perro y en mi casa paterna siempre me decían: “cuando te mudes solo vas a tener tu propio perro”. Eso pasó a mis 23 años y al mes apareció Kiba. Llegué a la raza porque estaba buscando una especie con rasgos más lobeznos. Primero me incliné por el Akita, que es una raza japonesa, pero es muy grande para un departamento. Y de repente investigando, investigando, di con el Shiba que es el perro de compañía por excelencia japonés, por el tamaño y porque no es un perro que requiere demasiados cuidados. Averigüe en un criadero de acá, había en su momento muy poquitos, y compré al perro.



Kiba y Tsuki


-Decís que estás inmerso en la cultura japonesa ¿En qué otros ámbitos de tu vida se refleja esta inmersión?


E- Hoy por hoy, es gran parte de mi vida cotidiana. Por ejemplo, pasa también por lo gastronómico. Todo el tiempo trato de buscar nuevas recetas: empecé con comidas características de allá muy básicas y de repente me vi haciendo cosas muy elaboradas y me encanta. Primero me gusta tratar de encontrar los ingredientes, que acá se hace difícil. Siempre me queda algún ingrediente dando vueltas y por ahí llegó a un lugar y lo encuentro. Eso es emocionante porque pienso “buenísimo ¿qué más puedo hacer con esto?. Lo que me lleva a investigar nuevamente recetas. A través de la gastronomía también me acerco a su cultura.


-¿Cuál fue uno de los primeros utensilios que compraste?


E- Primeros… creo que los chopsticks, los Ohashi. Al principio los compre como decoración y después uno se quiere hacer más el snob, el que come con palitos. Pero me sirvió el esnobismo porque cuando viajé ya la tenía re clara. Alguna cerámica también. Hoy por hoy, como diariamente en cerámica japonesa, así que a veces hago una fusión entre comidas más occidentales con ingredientes orientales. Me dejo jugar un poco más con eso.






Hay ocasiones en las que uno entra a un lugar lleno de objetos interesantes y siente la urgencia loca de ir a chusmear y, de ser posible, tocar todo. Probablemente por eso Emilio aseguró sus preciadas colecciones de figuras detrás de una vitrina. De esta manera quedan en exhibición pero protegidas de los dedos curiosos por un vidrio benevolente.






-¿Cómo empezaste a coleccionar figuras?


E- Empezó cuando era un niño, las figuras Saint Seiya Vintage eran como muy caras en su momento, yo era pibe y logré tener 2 figuras que aún tengo guardadas. Fueron regalos de cumpleaños. Tenía un compañero que era más adinerado y tenía toda la saga de los dorados. Me dije cuando sea grande y tenga mi propio ingreso lo voy a conseguir. Y bueno, empezaron a salir con el tiempo nuevas figuras, otros modelos, Myth Cloth, Myth Cloth Ex, y empecé a coleccionar. Tuve los Myth Cloth comunes, después lo vendí para empezar a comprar los EX que es la que tengo ahora. Trato de tener la colección al día, aunque se hace difícil.


-¿Las mandas a pedir a Japón?


E- En su momento las mandaba a pedir, después cuando se hizo medio difícil importar desde acá las compraba a gente que las traía de afuera y alguna me he comprado allá en Japón yo también.


-¿Y las de Sailor Moon?


E- Estas las compré acá, eran más baratas. Si te fijas son cosas que marcaron mi infancia, o sea mis colecciones tienen que ver con momentos de mi juventud: Saint Seiya y Sailor Moon fueron como el principio de todo, ¿no? Fueron los pioneros de todo lo que vino después. Sailor Moon me parecía en ese momento un grupo de mujeres empoderadas y para ese tiempo era fantástico, nunca había visto nada igual, no conocía el género de magical girls.


También tengo figuras de Transformers que salió mucho antes de Saint Seiya. Si bien es una serie americana también en Japón tuvo su repercusión y las figuras que tengo son japonesas, lo que vendría a juntar dos momentos grandes de mi historia: mi niñez con Transformers y mi adolescencia y mi inicio de interés en nipón con Sailor y Saint Seiya.





-¿Las figuras conllevan un cuidado especial?


E- Si una vez por mes abro las vitrinas, traigo plumeros y pinceles y les saco el polvo. A las figuras más difíciles hay que limpiarlas con pinceles por las articulaciones, las armaduras y demás, y al resto con plumero. Lleva mucho tiempo porque es una por una. Aparte, no se tiene que mover de la pose. No es fácil ser coleccionista por todo lo que implica, el gasto y el trabajo.


-Y esta colección fue creciendo...


E- Al principio me dije: “voy a tener los dorados solamente, de Saint Seiya los 12 dorados y los 5 de bronce”. Entonces había armado una vitrina medio artesanal para que me entren todos esos. Pero empezaron a salir otras sagas y empecé a comprar, y de repente perdí el control (risas). Comenzaron a proliferar, no me di cuenta , salieron otras sagas, tuve que comprar mas vitrinas. El problema con esto es que tiene un principio pero no sabes cuándo termina. Pero actualmente lo disfruto mucho, disfruto mostrar mi colección, disfruto mirarla aunque implica mucho sacrificio.


-¿Por qué la colección está acá (en el cuarto) y no en el living?


E- Estuvo en el living pero de repente tuve muchas cosas ahí y era incomodo. Además en una época empezó a venir un montón de gente ajena a mi circulo friki y como que tenia que dar demasiadas explicaciones de qué era lo que había y de qué se yo. Entonces preferí tenerla acá.


-También están las figuras de Marvel.


E -Las figuras de Marvel ya no tienen que ver con Japón. Pero un poco si porque empecé a leer mangas porque ya leía cómics norteamericanos. Fue a través de la lectura de historietas occidentales que llegue al manga. Me gustan ambos, pero ya de chico me parecía que el manga trataba de historias más palpables, que podrían llegar a ser más comunes, que podrían llegar a pasarle a cualquiera. Obvio que no vas a conseguir un broche de transformación y te vas transformar en una sailor scout. Pero yo sentía que eran situaciones más cotidianas y uno se sentía más identificado con esos personajes y situaciones.


-Veo que tenes varios ositos y videojuegos de Pokémon. ¿Cómo llegaste a Pokemon?


E- A Pokemon a través de los videojuegos. Siempre fui muy fan de todo lo que es de Nintendo, mi consola preferida de toda la historia fue el Gameboy. Y cuando salió Pokemon en Gameboy, allá a principios de los 90, fines de los 80, fue algo totalmente nuevo, era una mezcla de RPG (role play game-juego de rol) y todo el tema de coleccionar monstruos. Más toda la propaganda que le habían hecho atrás, fue un bombazo. Y ahí empecé con rojo, amarillo y azul, y seguí con silver y gold, y todas las demás versiones del juego.


-¿De dónde vienen los peluches de Pokemon?


E- Todos vienen de Japón, empecé por un Mew porque es mi pokemon preferido, después vino un Mew edición especial, después un Abra. Casi todos los compre en el viaje que hice a Japón. De hecho cuando estás en Japón y entras en un pokecenter ya te ponen la canción de Pokemon Red (1996) y te enganchan por el lado de la melancolía.




-Y en ese momento ya consumías anime...


E- Si, ya había. De hecho con mis amigos, que éramos aficionados al anime, era una proeza tratar de conseguir juegos de Sailor Moon o Caballeros para Super Nintendo porque acá no llegaban. A veces jugábamos a Captain Tsubasa (Super Campeones) en japonés. Aparecían kanjis, nosotros no teníamos ni idea que decían, que anotabamos en un cuaderno para después tener los passwords y era un laburo… pero terminábamos los juegos en japonés sin saber que estábamos haciendo básicamente. No había en donde buscarlo. Me acuerdo que el juego de Caballeros era por intuición totalmente, vos tenias que hablarle a los dorados (personajes) antes de enfrentarlos y si les decías algo que no iba, tenias que volver a empezar entonces era realmente un trabajo, pero lo hacíamos en grupo.


-¿A la hora de elegir videojuegos importa si son o no japoneses?


E- Justo el otro día hablamos con un amigo: nos acordamos de que cuando eramos chicos queríamos conseguir las copias americanas (de los juegos) porque pensábamos que lo japonés era lo trucho. Después de adolescentes nos dimos cuenta que era al revés, que los cartuchos japoneses eran los originales. Entonces la misión era conseguir el cartucho japonés, del cual no entendíamos nada, pero era el original. Como que todo te acerca a todo en mi caso. Una de las cosas más lindas que hice cuando estuve en Japón fue visitar las oficinas de Nintendo en Kioto. Eso fue como una peregrinación, me quedé maravillado, porque era mi historia en ese edificio. Viste que la música te marca, bueno, al igual que la música el anime y los videojuegos también marcaron una porción de mi historia. Hay juegos que indudablemente conectan con mi historia y es re lindo sentir eso.


-¿Cuál de los objetos ha sido un regalo?


E- El fennekin fue un regalo de una ex pareja y una de las vitrinas de unos amigos. Sailor Moon (en vitrina) fue un regalo de unos amigos para un cumpleaños, me quisieron hacer un bien y me hicieron un mal porque ahí comenzó la colección (risas).


-Algo más que hayas traído de Japón sobre lo que no te haya preguntado.


E- Las ganas enormes de volver. En mi caso desde que volví del viaje a Japón no pasa un día que no me acuerde de alguna historia, un lugar, un olor, un paisaje. Representó ir a un lugar que para mi era mítico por todo lo que venía viviendo, leyendo y llegar ahí fue como todo. Mi relación con Japón y su cultura hoy por hoy está en el día a día, es parte de mi vida diaria, así que siempre lo tengo presente.



En esta casa el propio yo se exhibe a través de los objetos que su dueño considera como más representativos de su persona. En palabras de Emilio:


E- Esta es mi casa, con todos estos objetos y todas estas cosas que uno va a ver. Esta es mi firma, es parte de lo que soy yo.


Como en la leyenda griega de las Moiras los hilos del destino de Emilio parecen entretejer su pasado, su presente y su futuro en una interculturalidad entre Argentina, como país natal, y Japón, como espacio (en su percepción mítico) del que surgen gustos, aficiones, intereses y valores que se plasman no sólo en los objetos de su casa sino también en las relaciones sociales y las experiencias que narra a través de sus anécdotas. De esta manera la distancia entre los dos países se borra y ambas culturas se encuentran creando espacios e identidades híbridas. Una identidad que, en esta ocasión, está marcada por una fascinación de más de dos décadas plasmada, en parte, en la actividad coleccionista.

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